Muchas de las más peligrosas creencias sobre cómo funciona la economía tendrían relevancia si los EE UU estuvieran bajo un patrón oro. Pero, obviamente, el dólar de EE UU no ha estado vinculado al oro desde el colapso del sistema de Bretton Woods.
Así pues
¿cuáles son los fraudes (quizás inocentes) capitales?
El primero es que el presupuesto de un gobierno es similar al de una familia, es decir, que los gobiernos necesitan gravar con impuestos o pedir prestado antes de poder gastar.
El segundo, que los déficits públicos de hoy son una carga para nuestros nietos.
El tercero, incluso peor, que los déficits públicos absorben el ahorro privado.
Cuarto, que la Seguridad Social ha prometido pensiones y sanidad que nunca podremos permitirnos.
Quinto, que los déficits comerciales de los EE UU reducen el empleo e hipotecan peligrosamente a los americanos a los caprichos de los extranjeros, quienes pueden decidir cortar el suministro de préstamos que necesitamos.
Sexto -y relacionado con el tercer fraude- que necesitamos ahorros para financiar la inversión (así pues, los déficits estatales llevan a menor inversión).
Y finalmente, la creencia de que mayores déficits implican mayores impuestos en el futuro, añadiendo carga tributara a los futuros contribuyentes.
Mosler muestra que, sean o no inocentes, estas creencias son ciertamente erróneas. De nuevo: puede haber algún tipo de economía en la que sean más o menos ciertas. Por ejemplo, en una economía no monetaria, un granjero necesita guardar semilla de maíz para “invertir” en la cosecha del año siguiente. Bajo un patrón oro, un gobierno necesita gravar y/ o pedir prestado para asegurar que mantiene una paridad fija. Y así sucesivamente.
Pero en el caso de una moneda no convertible (en el sentido de que el gobierno no promete convertirla a un tipo de cambio fijo con respecto a metales preciosos o moneda extranjera) ninguno de esos mitos se sostiene. Cada uno de ellos es un fraude.