sábado, 5 de marzo de 2016


Un tal Rufián que hizo honor a su apellido

El portavoz adjunto de ERC, hijo de inmigrantes andaluces, nacido en Cataluña bajo un régimen democrático que ahora él repudia, es la máxima expresión de nuestro fracaso
Foto: El portavoz adjunto de ERC, Gabriel Rufián. (EFE)
El portavoz adjunto de ERC, Gabriel Rufián. (EFE)
Hay que reconocer que la tarde del viernes en el Congreso de los Diputados fue no poco entretenida y, desde luego, más que lamentable el espectáculo que ofrecieron sus señorías, empezando por un incapaz presidente del Hemiciclo, Patxi López. Pero si hubo algo que me dejó estupefacto fue la intervención de un personaje que, supongo, dará mucho que hablar en el futuro. Ya lo hizo cuando se negó a ir a la Zarzuela a la ronda de contactos con el Rey, aunque sorprendió que el pasado martes su turno en la sesión de investidura, o de no-investidura, de Pedro Sánchez lo ocupara un siempre insolenteJoan Tardá.
A la vista está que ERC prefirió guardarse el plato fuerte para el final, a sabiendas de que cada intervención de cinco minutos del viernes por la tarde para fijar posición de cara a la votación segunda y última, iba a ser escudriñada con lupa. Y allí subió a la tribuna un tal Rufián, cara redonda, ojos achinados y rostro que si no fuera por la barba negra podría parecerse al de Kim Jong-un con uniforme negro que recordaba amargamente a las camisas tan al gusto de Mussolini.
No hay peor fanático fundamentalista que el converso. La mirada de Rufián, perdonándonos la vida a todos los que observábamos entre absortos y atemorizados su presencia en la tribuna, apoyado sobre el codo derecho como si estuviera en la barra de un bar y repasando las caras de cada uno de los diputados allí presentes, quizás grabándoselas a fuego en su mente para no olvidarlas, su mirada, digo, me recordó vagamente a la mirada entre lánguida y drogada de los asesinos fanáticos del Estado Islámico antes de inmolarse o de rebanarle el cuello a alguno de sus rehenes.
Hijo y nieto de inmigrantes andaluces… Igual que los conversos occidentales reclutados por el fundamentalismo del ISIS para luchar en una guerra que no es la suya, Rufián ha sido reclutado por el independentismo para luchar en otra que tampoco es la suya,pero de la que se ha convertido en su mejor estandarte. El converso es una máquina perfecta de propaganda: si Goebbels hubiese a tenido Twitter al alcance de su mano, habría reclutado a cien mil rufianes para coparlo con sus mentiras. Nacionalismo y socialismo se unieron entonces, como ahora, para glosar la ideología más perversa y mortal para el ser humano que se haya conocido.
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Rufián, allí subido a una tribuna en la que no cree porque le han embutido en su cerebro el odio como forma de convivencia, engarzó un discurso patético y voraz que nadaba entre las máxima de Confucio y las rimas de todo a un euro de Melendi, pero tremendamente eficaz para alimentar el apetito sentimental de esa parte de la sociedad catalana que ha caído en las redes de fundamentalismo. ¿Qué pintaba ahí el tal Rufián? Nos preguntábamos los presentes sin entender la profunda vocación provocadora que va estrechamente ligada al fanatismo. Rufián estaba ahí para hacernos hervir la sangre mientras él mantenía una aparente tranquilidad cimentada en su crédula superioridad moral.
Y consiguió, en efecto, lo que pretendía: inflar los cojones de los allí presentes a cuyos gritos e improperios respondió con un desprecio rayano en la crueldad. Rufián, hijo de inmigrantes andaluces, nieto de inmigrantes andaluces, nacido en Cataluña bajo el amparo de un régimen democrático que ha velado por su subsistencia y al que ahora él repudia manipulado por un odio que no es el suyo, no es más que la máxima expresión de nuestro fracaso. Sí, de nuestro fracaso, de nuestro acomplejamiento, de nuestra cesión a cambio de la lealtad nacionalista a unas reglas del juego que han violentado desde el día siguiente a haber aprobado la Constitución del 78.
El Estado no ha existido en Cataluña, en una Cataluña en la que se ha educado a los jóvenes en el odio a España, a jóvenes que ni siquiera eran catalanes de tradición, aunque sí de nacimiento, y en los que no tenía sentido alguno –tampoco lo tiene en quienes si acumulan ocho o más apellidos catalanes- que floreciera la mies delindependentismo sembrada y regada a conciencia en tantas escuelas públicas. Que Rufián nos sirva de lección.


Foto: Florentino Pérez ordenó retirar una pancarta en la que se pedía su dimisión (Cordon Press)
Florentino Pérez ordenó retirar una pancarta en la que se pedía su dimisión (Cordon Press)
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Menos gente de lo habitual, muchos huecos en las gradas del Santiago Bernabéu y ambiente raro. Al principio, porque la final llegó la alegría con un festival más de Cristiano Ronaldo y de su equipo en general, que completó un gran segundo tiempo. El triunfo obtenido ante el Levante en Valencia no fue tenido en cuenta por la afición madridista, que sigue lamiéndose las heridas por la dura derrota sufrida en el derbi una semana antes. Aquel día la megafoníaapagó la revuelta social tras decretar el árbitro el final del partido. Con la visita del amenazante Celta, una pancarta que apareció en un lateral del estadio -encima del palco de autoridades- despareció en un abrir y cerrar de ojos. La misma, obviamente, no fue del agrado de Florentino Pérez. La libertad de expresión no tiene lugar en 'su'  Real Madrid.
El mensaje de la pancarta en cuestión no era ofensivo ni aparecía ningún término grueso. Los aficionados que la desplegaron no emplearon ningún insulto, aunque el recado iba en dirección al palco de autoridades. Y claro, eso no gusta al actual presidente. 'Escuche al estadio y dimita, Florentino', rezaba el escueto comunicado. Pero claro, una vez más la libertad de expresión quedó cercenada de inmediato. Tres efectivos de seguridad la hicieron desaparecer en cuanto la orden fue dada. Tras el derbi, el volumen del himno se subió el máximo para que el unánime '¡Florentino, dimisión!' quedara enterrado. Dos detalles consecutivos más que elocuentes

Mensaje a los jugadores

“Estoy hasta los huevos de pañoladas”, dijo Florentino en su círculo más íntimo tras acabar el derbi, como desveló El Confidencial este sábado. Y sabía que el partido ante el Celta encerraba mucho peligro, en el campo y en la grada. Tal vez por ello utilizó -nunca mejor dicho- la 'Grada Fan Real Madrid Club de Fútbol', que vive bajo el paraguas institucional, para lanzar un mensaje a los jugadores. Este colectivo, que en los primeros minutos estuvo de espaldas al campo y en silencio como muestra de castigo al equipo por su fracaso ante el Atlético, desplegó una pancarta con el siguiente mensaje: 'Para llevar este escudo hay que sudar la camiseta', texto que cerraba el nombre de Di Stéfano a modo de firma.
El ambiente que rodeó al partido fue raro, al menos hasta el descanso. Y el juego del Real Madrid no ayudó a que sus aficionados despertaran de la siesta en ese período. Apatía y dejadez absoluta por parte de una grada cansada de sufrir revés tras revés, mientras en el Barcelona -sobre todo- y el Atlético de Madrid todo es felicidad. Mediado el primer tiempo ya empezó a sonar música de viento en el coliseo madridista. Las primeras muestras de desagrado se manifestaban, sobre todo cuando Sergio Ramos cometió un error que por fortuna para los intereses de su equipo no tuvo mayor incidencia. Un penalti reclamado por Cristiano Ronaldo -que no fue- activó un tanto a la grada, hasta entonces pasando la tarde entre bostezo y bostezo. El gol de Pepe en el minuto 40 desperezó a una afición hasta entonces aletargada. Luego llegó el éxtasis.

La grada de animación que maneja el club lanzó un claro mensaje a los jugadores (EFE)
La grada de animación que maneja el club lanzó un claro mensaje a los jugadores (EFE)

Festival de Cristiano

Más enchufado salió el equipo de Zidane tras el descanso, lo que agradeció la afición. El entrenador francés había mostrado su disgusto en alguna ocasión durante el primer acto, pero los suyos regresaron al terreno de juego con otro talante. Apareció por la banda Bale para calentar, lo que también animó la tarde. Pero fue el segundo gol, una perfecta 'folha seca' firmada por Cristiano Ronaldo, lo que apaciguó la atmósfera. El portugués se dirigió a la grada echándose una mano a una de sus orejas, pues ya algún murmullo había sido dirigido al atacante. Cuando firmó su doblete con una falta directa ejecutada a la perfección, la calma se instaló en el Bernabéu.
Luego llegó otro arreón goleador del Real Madrid, que selló un excelente segundo tiempo. Iago Aspas puso la emoción durante unos segundos, hasta que apareció de nuevo CR7 para cerrar el partido. Pero la fiesta madridista se alargó hasta el final. El atacante de Madeira colocaba el cuarto en su casillero particular, uniéndose a la fiesta Jesé Rodríguez poco después. '¡Así, así, así gana el Madrid!', cantó la afición, que llevaba tras varios días rumiando el fracaso sufrido ante el vecino. La guinda, para que no faltara de nada, la puso el reaparecido Bale.Felicidad total. Al menos por ahora...