Lo dijo un empleado cualificado del club: el Real Madrid de ahora es un barco que hace aguas desde distintos agujeros. Pero lo grave no son los agujeros y el agua que entra, lo peor es que nadie achica y el sentimiento es que la parálisis de la institución comienza a tener una envergadura histórica. Mientras se agarra al clavo ardiendo de la Champions, nadie aparece para dar la cara. Flota en el ambiente algo más que un rumor: Florentino Pérez, asustado y avasallado por las dudas, se encuentra en una tremenda encrucijada.
Han pasado cuatro días desde que el Atlético, otra vez, le pintase la cara con una nueva derrota, y nadie en el Real Madrid ha salido a dar una explicación convincente, alguien que pueda aportar sentido y sustituya las lamentablespalabras de Zidane (“Perder así es una mierda”), impropias de un técnico de alto standing; en la planta noble del Bernabéu, entre un silencio que corta como un cristal, señalan a los jugadores y los jugadores miran a otro lado. Nadie quiere una pelota tan caliente. Cunde el desánimo.
Los analistas disparan hacia el sillón presidencial, donde solo se mueven las sombras. Florentino Pérez entra y sale, pregunta y no escucha ninguna voz discordante entre sus lugartenientes. “Nadie osa llevarle la contraria al jefe”,porque en realidad nadie se quiere desenganchar del proyecto Real Madrid. Esta ausencia de debate interno se apunta también como uno de los grandes problemas del club. Y ahora, con agua hasta el cuello, el rostro de Florentino Pérez denota una tensión inusual. De la desmoralización (“Al presi nada le sale, hasta los enanos le crecen. Todo lo que toca, se incendia”) a la bandera roja. Una bandera que se agita con el equipo todavía asomado a la Champions, la última ilusión de los madridistas, que tienen un pie en la fase de cuartos.
Presión extrema
Florentino Pérez y su mano derecha, José Ángel Sánchez, tienen (o tenían) decidido acometer una profunda reestructuración deportiva a finales de este curso. Una limpieza a fondo con nombres ilustres señalados para cambiar de aires a finales de verano, pero el problema radica ahora y no más tarde, pues alguien tiene que sofocar los continuos incendios que asoman en el club y le queman las manos al presidente mucho antes del verano.
El '¡Florentino, dimisión!', que se escuchó en los graderíos del Bernabéu durante el clásico madrileño, podría romper los tímpanos si siguen los resultados adversos y, sobre todo, si el equipo no franquea los muros de cuartos en la Champions. Se cruzan las apuestas sobre si Florentino Pérez será capaz de aguantar esta presión. Muchos bajan el pulgar. Parece segura la marcha deJosé Ángel Sánchez, director general, paraguas y parapeto del presidente en las últimas crisis.
El doctor Olmo, señalado por el vestuario
Con la salida de Iker Casillas, la renovación de Sergio Ramos se interpretó como una huida hacia adelante, luego llegó el no fichaje de De Gea, la esperpéntica eliminación del equipo en la Copa del Rey, el cese de Rafa Benítez… Una concatenación de incidencias resueltas con poca fortuna y que dejó a flote el nivel de improvisación de un club contradictorio, porque el que lleva el timón actúa al sonido de sus impulsos y apenas escucha a nadie.
El ambiente en el vestuario no es bueno. Los grupos se pasean por el 'sancta santorum' con la mirada baja. La alegría solo la aportan los más jóvenes, pero los canteranos apenas cuentan. Algunos de los futbolistas principales tienen desde hace meses en el punto de mira a Jesús Olmo, jefe de los servicios médicos del club, un reputado profesional con numerosos diplomas y distinciones en su historial, que ahora centra las críticas de las estrellas. Como si Olmo tuviera la culpa de la apatía de los profesionales en su trabajo y los desajustes. Florentino lo mantiene en el cargo. Pero mañana será otro día.